sábado, 14 de mayo de 2011

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'Sin identidad': Cuando la intención es lo que cuenta


El primer filme dirigido por un español que ha sido número en el box office norteamericano, comentario obligado que aunque lo pueda parecer no ha sido impuesto por su distribuidora, no tiene por qué ser el mejor filme dirigido por un español que haya llegado a entrar en dicho box office. Ni falta que hace, pues como se ha demostrado en no pocas veces los números de la taquilla no siempre recompensan ni condenan la posible calidad de una propuesta concreta, lo que no quiere decir que esta 'Sin identidad' no sea una producción lo suficientemente solvente, eficiente y de resultados más que satisfactorios como para, dado la salud de la cinematografía comercial moderna, no merecérselo, no al menos si uno se deja llevar sin resultar demasiado curioso e inoportuno en torno a la lógica que subyace tras los fotogramas de esta propuesta, por demás tan entretenida como pretende y tan (involuntariamente) divertida como nuestro sentido común nos lo permita.

Para hacernos una idea del alcance de esta producción cabe nombrar varios referentes bastante claros como son los de la trilogía de Jason Bourne (de inevitable mención para cualquier thriller decente moderno), la enrevesada (e increíble) 'Salt' o esa 'Conspiración del pánico' que vivía Shia LaBeouf, con la que comparte su apuesta por elaborar un thriller más preocupado por distraer al espectador que por dotar de verosimilitud a su narrativa. Es una opción, también, y quien quiera podrá utilizar el rostro de Liam Neeson para apuntar un parecido razonable con esa 'Venganza' que nos descubrió al actor como un más que efectivo mamporrero. Más bien no... pero lo cierto es que la nueva película del cada vez más interesante Jaume Collet-Serra puede que ni sea una maravilla ni luzca como tal, pero esa tampoco es la intención. Y si la intención cuenta esta le hace un gran favor al visionado de 'Sin identidad'.

¿Qué? Alguien suplanta la identidad del protagonista. ¿Quién? Uno que conoció tiempos mejores, Aidan Quinn. ¿Cómo? Tras sufrir el protagonista un accidente de tráfico. ¿Cuándo? Mientras se encuentra convaleciente en el hospital. ¿Dónde? En Berlín. Estas son las cinco preguntas fundamentales a las que el periodismo ha de responder si quiere ser correcto en su cometido, y las correspondientes respuestas que ofrece 'Sin identidad' al respecto. Bueno, existe una sexta, ¿Por qué?, pero si nos diera por responder a esta última daríamos al traste con buena parte de la gracia de la propuesta, pues en una película que no pretende ser más que un sólido entretenimiento construido alrededor de un elaborado castillo de naipes que sirve de intrincada excusa argumental el porqué lo es todo. Lo malo es que eso también nos priva de buena parte de las posibilidades de hacer una crítica algo más interesante sobre ella, pues es uno de esos casos en los que a uno le gustaría entrar a desmenuzar ciertos detalles... que no haré por el bien de no arrebatarle la misma gracia que me hizo a mí al espectador que así lo pretenda.

Y es que en general se permite y se acepta que en los thrillers, y casi en cualquier género la verdad, se adopten ciertas licencias en beneficio de la historia y por el bien de una audiencia a la que tal vez le aburriría ver al protagonista dar vueltas a la manzana durante media hora en vez de aparcar a la primera y en la puerta de allí a donde va. No es más que un ejemplo, pero es que en 'Sin identidad' nos encontramos unas cuantas que ya desde el principio ponen a prueba nuestra credulidad como espectadores conscientes de su propia condición de espectadores, el principal hándicap de una producción de la que se podría fundamentar una crítica feroz en los mil y un desaires argumentales que presenta. Pero lo cierto es que pese a esto la película se puede disfrutar, quizá no mucho, pero si lo suficiente como para dar por buena la producción, no necesariamente como una involuntaria comedia, pero sí como un digno pasatiempo con muy buena intención.

En parte gracias a la solvente labor de Jaume Collet-Serra, un cada día más eficiente realizador al servicio de la industria muy atento por hacer de esta una producción entretenida -sirva de ejemplo sus más que modélicas escenas de acción-, y al que además se le descubren detalles más que interesantes en momentos puntuales que permiten sospechar un realizador algo más aprovechable en cuanto se le dé una historia con algo más de pedigrí. También destacable, cómo no, es la labor de un Liam Neeson que por lo general con su sola presencia y oficio dignifica la mayoría de las secuencias en las que participa, aunque uno le eche en falta ese sentido del humor que tan bien le sentaba al Hannibal de su 'Equipo A', así como las aportaciones de Diane Kruger, una intérprete más solvente de lo que parece, y de Bruno Ganz, quien se adueña de todos y cada uno de los fotogramas en los que aparece (atención a la secuencia que comparte con un más discreto -y breve- Frank Langella). No se puede decir lo mismo de January Jones, por suerte una secundaria cuya interpretación no tiene mucha relevancia, quien parece ha estudiado en la misma escuela en la que Elsa Pataky y cuya interpretación rivalizaría con la de cualquier futbolista en un spot de televisión...

'Sin identidad', valga la redundancia, bien puede valer como un film que peca de cierta falta de identidad. Aunque en un principio alguien pueda sospechar que el influjo de Polanski o de Hitchcock pueda tener algo que ver esta se pierde entre las sombras de la noche berlinesa, una ciudad que presta su poco explotada estampa en el cine, uno de los aciertos que eso sí ayudan a sobrellevar su irregular metraje al disponer en pantalla que, a diferencia de París en la última (y muy aburrida) de Allen por ejemplo, ofrece una variante que va mucho más allá de la estampa. A pesar de que el recurso de la amnesia siempre es un arma de doble filo 'Sin identidad' no termina por caer del todo en el ridículo al que no obstante su resolución termina por sacar brillo. Pero hacer demasiado hincapié en su falta manifiesta de credibilidad sería casi lo menos que un afrenta para una producción que le pone tanto empeño en distraer al espectador con toda su buena intención. Sería como pedirle a Michael Bay que empezará a usar un guión para orquestar sus orgías de la destrucción, algo que intento en la que tal vez sea su peor película, 'La isla'. Cierto es que estemos ante la mejor de Collet-Serra, he aquí donde pueda estar la diferencia, pero si este se desentiende por fin de Joel Silver como Bay hizo de Bruckheimer igual su nombre seguirá sin merecerse un hueco en el cartel de sus películas, lo que no quiere decir que no se merezca un puesto detrás de ellas. Las hay mejores y peores que 'Sin identidad', pero pocas que la irregularidad de su metraje sea subsanado por los divertidos comentarios que pueden surjir si uno se decide a ir acompañado al cine. Ya sea con o de, lo cierto es que bien puede merecer la pena.

Nota: 6.5

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