Las dos cabezas visibles de lo que terminó siendo aquella tontería llamada 'Legión', el actor Paul Bettany y el director Scott Stewart, vuelven a unir sus fuerzas al frente de 'El sicario de Dios', nueva producción de acción fantástica con elementos religiosos y falso marchamo de terror con la que vuelven a pinchar en hueso, ofreciendo nuevamente una producción de más bien pobres resultados y de lógica cuestionable que, eso sí y a diferencia de su precedente, al menos durante buena parte de su metraje mantiene un nivel medio constante y aceptable (dentro de un mínimo) jalonado por algún que otro apunte ocasional, y que unido a sus muy ajustados 85 minutos de metraje hacen de ella una experiencia decepcionante pero pasable si uno es optimista, le va el tema y en la sala de al lado han colgado el cartel de Aforo Completo.
Como toda buena adaptación de un material eminentemente visual, una novela gráfica en este caso, estamos ante una producción donde su aspecto y como luce es lo más cuidado y destacable de una película que por demás y más allá de la evidente crítica hacia el concepto de Iglesia como institución humana, contenido que se antoja más intrínseco que fundamentado como recurso premeditado, ve como su discurso y cualquier cuestión dramática se ve condicionada descaradamente por su apuesta inmisericorde por servir a la acción como causa única de su ofrenda hacia el espectador, desembocando en un inequívoco y hueco pasatiempo cuya propia vacuidad queda en evidencia por la seriedad con la que afronta sus propias limitaciones y al que le falta ese sentido del humor necesario para taponar las grietas de su propuesta.
De un tiempo a esta parte se nota una diferencia abismal con las producciones llamadas a ejercer con suma profesionalidad su cometido de distraer a la audiencia sin más ambición que ayudar a desconectar durante unos minutos de temas tan triviales y aburridos como a los que nos solemos enfrentar en el día a día de nuestras vidas. Por lo general, uno diría que en tiempos a partir de una idea se elaboraba una historia; a partir de una historia lo que vendría a ser un guión con comas y puntos; este guión derivaba en una película tras ser moldeada al amparo de un cineasta por los diferentes departamentos; y finalmente dicha película llegaba a los cines para disfrute (o no) de la audiencia. Ahora no son pocas las ocasiones en las que parece que el proceso se ha simplificado de tal manera que una idea se transforma directamente en película sin pasar por las manos de un guionista que le dé forma (o al que no se le da tiempo para que lo haga), de igual manera que uno sospecha que la responsabilidad de un rodaje empieza a recaer en demasía en el departamento de efectos especiales y similares. Y es que al igual que existen casas prefabricadas o comida precongelada, parece que existen modelos de guión a descargar de internet tras una simple búsqueda en google.
'El sicario de Dios' es una de tantas producciones que parecen diseñadas con escuadra y cartabón por lo que más que un cineasta vendría a ser un comercial, construídas como vulgarmente se dice empezando la casa por el tejado y donde al guión se le obliga a no ser más que un manto que arrope sus escenas de acción, y no al revés. No es que sea un cúmulo de lugares comúnes transitados de forma harto vulgar; no es que sea una sucesión de escenas y acontecimientos predecibles resueltos de manera más bien mecánica y poco emocionante; no es que sea una suma de elementos y detalles que juntos configuran un mapa dramático cuya estupidez se desmonta por sí misma... que también. Es más la sencillez poco pragmática resuelta por la mano ingenua de un cineasta, Scott Stewart, quien se toma en serio aquello que su cámara retrata en pantalla sin percatarse de que a esta reinterpretación no confesa de 'Juez Dredd', personaje al que resulta difícil no recurrir, no se la puede tomar en serio, no al menos si no existe un guión detrás que arroje algo más a favor que un trasfondo dramático que haría palidecer de verguenza a Dominic Toretto y familia, una simple excusa para un tiqui-taca filmado con correción pero sin brillo que no destaca por nada en particular en el que el malo malísimo (un Karl Urban que por cierto será el nuevo 'Dredd'...) se le reserva tanto tiempo en pantalla como a los cuchillos de un "Priest" al que Bettany, por otro lado, interpreta como si de un personaje shakesperiano se tratara...
No cabe duda de que la propuesta de este 'sicario' es tan hueca y vacía como un fuego de artificio al que se le podría pedir muchas cosas, especialmente sentido común. Porque lo primordial para el éxito de una empresa es conocer a lo que puedes aspirar para tener éxito, y ser tan ambicioso como realista te permitan tus opciones. Con algo de sentido del humor, personalidad tras las cámaras y voluntad por haber trabajado en favor de una serie B de lujo más o menos convincente y efectividad, este sacerdote podría haber repartido unas ostias sagradas tan simpáticas que hasta los ateos se habría planteado su conversión... el problema es que el sentido del humor es tan inexistente como la personalidad y la voluntad ni el talento parecen alcanzar para hacer de este 'sicario de Dios' algo distinto a una producción mecánica, fría y distante que tanto monta que monta tanto, y que cae en el ridículo en cuanto a sus protagonistas se les permite mentar el nombre de Dios en vano con esas tonterías que alguno llamará diálogos.
Como toda buena adaptación de un material eminentemente visual, una novela gráfica en este caso, estamos ante una producción donde su aspecto y como luce es lo más cuidado y destacable de una película que por demás y más allá de la evidente crítica hacia el concepto de Iglesia como institución humana, contenido que se antoja más intrínseco que fundamentado como recurso premeditado, ve como su discurso y cualquier cuestión dramática se ve condicionada descaradamente por su apuesta inmisericorde por servir a la acción como causa única de su ofrenda hacia el espectador, desembocando en un inequívoco y hueco pasatiempo cuya propia vacuidad queda en evidencia por la seriedad con la que afronta sus propias limitaciones y al que le falta ese sentido del humor necesario para taponar las grietas de su propuesta.
De un tiempo a esta parte se nota una diferencia abismal con las producciones llamadas a ejercer con suma profesionalidad su cometido de distraer a la audiencia sin más ambición que ayudar a desconectar durante unos minutos de temas tan triviales y aburridos como a los que nos solemos enfrentar en el día a día de nuestras vidas. Por lo general, uno diría que en tiempos a partir de una idea se elaboraba una historia; a partir de una historia lo que vendría a ser un guión con comas y puntos; este guión derivaba en una película tras ser moldeada al amparo de un cineasta por los diferentes departamentos; y finalmente dicha película llegaba a los cines para disfrute (o no) de la audiencia. Ahora no son pocas las ocasiones en las que parece que el proceso se ha simplificado de tal manera que una idea se transforma directamente en película sin pasar por las manos de un guionista que le dé forma (o al que no se le da tiempo para que lo haga), de igual manera que uno sospecha que la responsabilidad de un rodaje empieza a recaer en demasía en el departamento de efectos especiales y similares. Y es que al igual que existen casas prefabricadas o comida precongelada, parece que existen modelos de guión a descargar de internet tras una simple búsqueda en google.
'El sicario de Dios' es una de tantas producciones que parecen diseñadas con escuadra y cartabón por lo que más que un cineasta vendría a ser un comercial, construídas como vulgarmente se dice empezando la casa por el tejado y donde al guión se le obliga a no ser más que un manto que arrope sus escenas de acción, y no al revés. No es que sea un cúmulo de lugares comúnes transitados de forma harto vulgar; no es que sea una sucesión de escenas y acontecimientos predecibles resueltos de manera más bien mecánica y poco emocionante; no es que sea una suma de elementos y detalles que juntos configuran un mapa dramático cuya estupidez se desmonta por sí misma... que también. Es más la sencillez poco pragmática resuelta por la mano ingenua de un cineasta, Scott Stewart, quien se toma en serio aquello que su cámara retrata en pantalla sin percatarse de que a esta reinterpretación no confesa de 'Juez Dredd', personaje al que resulta difícil no recurrir, no se la puede tomar en serio, no al menos si no existe un guión detrás que arroje algo más a favor que un trasfondo dramático que haría palidecer de verguenza a Dominic Toretto y familia, una simple excusa para un tiqui-taca filmado con correción pero sin brillo que no destaca por nada en particular en el que el malo malísimo (un Karl Urban que por cierto será el nuevo 'Dredd'...) se le reserva tanto tiempo en pantalla como a los cuchillos de un "Priest" al que Bettany, por otro lado, interpreta como si de un personaje shakesperiano se tratara...
No cabe duda de que la propuesta de este 'sicario' es tan hueca y vacía como un fuego de artificio al que se le podría pedir muchas cosas, especialmente sentido común. Porque lo primordial para el éxito de una empresa es conocer a lo que puedes aspirar para tener éxito, y ser tan ambicioso como realista te permitan tus opciones. Con algo de sentido del humor, personalidad tras las cámaras y voluntad por haber trabajado en favor de una serie B de lujo más o menos convincente y efectividad, este sacerdote podría haber repartido unas ostias sagradas tan simpáticas que hasta los ateos se habría planteado su conversión... el problema es que el sentido del humor es tan inexistente como la personalidad y la voluntad ni el talento parecen alcanzar para hacer de este 'sicario de Dios' algo distinto a una producción mecánica, fría y distante que tanto monta que monta tanto, y que cae en el ridículo en cuanto a sus protagonistas se les permite mentar el nombre de Dios en vano con esas tonterías que alguno llamará diálogos.
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