Los miembros de una secta satánica viven desde hace días sumidos en el terror. Milton, un hombre al que todo el mundo daba por muerto, les persigue buscando venganza por la muerte de su hija y el rapto de su nieta. Uno tras otro, los miembros de dicha organización van cayendo como moscas. Nada parece frenar a nuestro protagonista, que ha ganado fuerzas desde que uniera a su causa a la atractiva Piper, una chica de armas tomar que ha dejado atrás su vida y que tampoco se arruga ante ninguna situación adversa... ni aunque ésta implique enfrentarse cara a cara con fuerzas provinentes del mismísimo infierno.
Antes del comentario de la película, un breve mensaje de nuestro patrocinador. Apadrine a Nicolas Cage. Desde la fundación S.O.S. Cage somos plenamente conscientes de las dificultades económicas por las que están pasando la mayoría de familias del mundo entero... pero piense que Nicolas seguramente lo esté pasando mucho peor. Por menos que le cuesta comprar una cerveza en el bar de la esquina, puede ayudar a Nicolas a salir de tan deplorable estado. Considérelo, su gusto cinéfilo será el máximo beneficiado. Y recuerde, sea siempre extremadamente cauto a la hora de elegir a la persona que va a encargarse de sus finanzas, y séalo aún más cuando le toque controlar el estado real de su patrimonio. Por muy bien que parezca que vayan las cosas, la ruina puede alcanzarle cuando menos se lo espere.
Así es, en el tiempo que usted ha empleado para leer dicho comunicado, seguramente Nicolas Cage habrá terminado de rodar su(s) última(s) película(s). En el tiempo que usted haya acabado de leer esta frase, el pobre diablo ya estará planificando su nuevo trabajo. Y es que por dinero San Nicolás rueda lo que haga falta... más aún cuando su cuenta corriente anda tan maltrecha. No es que su imaginación les esté jugando una mala pasada. Si ven al Sr. Cage hasta en la sopa es porque realmente está allí. Realmente lleva un ritmo de producción exorbitado. Son tantas las películas en las que participa; son tantos los papeles que debe interpretar, que es normal que haya llegado a un punto de saturación.
En la disciplina olímpica de salto de trampolín, no son pocas las veces que hemos visto a algún deportista perder por completo la orientación durante la siempre vertiginosa ejecución de sus piruetas. El consiguiente planchazo no sólo priva al saltador de la medalla, sino que además hace que éste sea el blanco de las burlas de todos los asistentes a la piscina. Lo que la mayoría del público desconoce es que los motivos que han impulsado al ahora payaso a hacer el ridículo son puramente biológicos... y contra eso no hay entrenamiento que valga. De dar tantos mortales y tirabuzones, llega un momento en que el cuerpo reacciona violentamente y dice basta. Se le ha agitado tanto que pierde por completo la noción de lo que está arriba, abajo, a la izquierda o a la derecha. La peor de las pesadillas de cualquier habitante del Barrio Sésamo.
Algo similar le ha ocurrido a Nicolas. Son tantos los trabajos que tenido que hacer por compromiso, que ha perdido totalmente la noción de qué personaje está interpretando en ese momento. Es consciente de la situación, y como sigue teniendo su dignidad (aunque se haya emperrado en demostrar lo contrario), ha decidido evitar a toda costa el susodicho planchazo. Para ello ha adoptado el clásico método empleado por ilustres compañeros de profesión como Steven Seagal o Keanu Reeves. La táctica del hombre sin rostro, en la que la cara pasa a convertirse en un mero complemento. Ira, duda, alegría, terror... son demasiados los estados anímicos del ser humano, pero todos ellos pueden verse reducidos a uno solo merced a un extremo relajamiento de los músculos faciales. Así se lo aplica Nicolas.
Volviendo a su cacao mental, es comprensible que este sacrificadísimo actor se encontrara con la más que embarazosa situación de no saber cómo abordar a su nuevo héroe en pantalla. ¿Y si le diera un toque humorístico cuando en realidad la ocasión requiriera una actitud mucho más dramática? Eso sí que sería su perdición. Lo mismo que darse el gran planchazo. Antes que pasar por aquí, mejor adoptar un posado neutro, que ayude a solventar la papeleta en cualquier situación. Volviendo ahora al trampolín, es como si el nadador, por miedo a convertirse en la mofa de los espectadores, decidiera renunciar a los saltos elaborados, y se limitara a caer recto, con los brazos pegados al cuerpo y las piernas bien juntas. Lo que vendría a ser el archi-conocido estilo del palillo. Una sosería. ¿Se evitarían así las risas? Seguramente, aunque el espectáculo ofrecido sería más bien triste.
''Triste'' sería precisamente junto a ''entrañable'' -admitámoslo- el calificativo que mejor definiría ahora mismo a Nicolas Cage... y a la mayoría de películas en las que se deja ver. 'Furia ciega' desgraciadamente no marca la excepción. Lo que sí lo hizo fue su deliciosa aparición en uno de los tráilers del proyecto 'Grindhouse', en el que se suponía que se pondría en la piel de Fu Manchu. Genial. El concepto ''Grindhouse'' es precisamente la principal fuente de alimento de la enésima película del sobrino de Francis Ford Coppola. Se percibe con mucha fuerza el espíritu de aquellas películas proyectadas en programas dobles de cines destartalados. Títulos que hacían que la categoría Serie B se quedara muy corta. Filmes que aún a día de hoy siguen sirviendo de fuente de inspiración a genios como Quentin Tarantino, a su última ''bastardada'' nos referimos, por ejemplo.
Eso sí, por mucho que nos gusten las gamberradas de este eterno enfant terrible, es innegable que sus gustos cinéfilos no siempre merecen tantas alabanzas. Puede que la basura acabe engendrando oro, pero sigue siendo basura. Imposible saber si en un futuro algún talentoso cineasta se inspirará en 'Furia ciega' para concebir alguna obra maestra... lo que ya es más fácil de demostrar es por qué la nueva película de Patrick Lussier (auténtico Doctor Honoris Causa en el trash cinema) es un fracaso total. Para ello, es bueno recuperar una película recientemente llegada a nuestras salas, que aprovechaba de forma excelente el efecto boomerang, también conocido como el efecto del chiste rematadamente malo... tan malo que a uno no le queda más remedio que reírse a carcajadas.
Hablamos de 'Piraña 3D', delicioso remake firmado por Alexandre Aja del clásico de terror de Serie B de Joe Dante. Un filme del que si se pueden tener buenas palabras es por el simple hecho de que en ningún momento se tomaba en serio en sí mismo, lo cual era una actitud paradójicamente fruto de un intenso proceso anterior de toma de conciencia. La criatura era plenamente consciente de la poca -poquísima- materia gris que la sustentaba, de modo que antes de aventurarse en aguas demasiado turbias, decidió reírse de su propio reflejo. Reír hasta el punto de contagiar al público, y así obrar un pequeño gran milagro. Patrick Lussier entiende la jugada... pero solo a ratos.
Buena cuenta de ello da el inagotable tropel de personajes secundarios (siendo un desatado William Fichtner su mayor exponente), cada cual más pintoresco, o sobre todo algunas escenas especialmente alocadas, como la del tiroteo en el motel de carretera, en el que el protagonista va liquidando a sus enemigos mientras copula con una camarera, se fuma un puro y sostiene una botella de whisky que obviamente va dejando cada vez más seca. Leves pinceladas que ayudan a configurar el espejismo de un -deseado- delirum tremens que lamentablemente no llega nunca a materializarse. Al menos no de la forma más deseable. Culpa del director, y de otros muchos factores que en mayor o menor medida obstaculizan el desmadre total en el que debería haberse convertido la propuesta.
Aquí es cuando vuelve a aparecer el nombre de Nicolas Cage, un actor que por todo lo comentado antes, más allá de su peluquín, se queda sin argumentos cómicos, tan necesarios para esta ocasión. En este sentido, el que sepa distinguir una broma suya de un discurso para un funeral, merecería un premio de los gordos. Tampoco ayudan (y esto ya hace tiempo que es preocupante) las gafas polarizadas. Se nota que la película ha sido rodada en 3D, con lo que no puede hablarse de un mal empleo de dicha tecnología, pero por lo poco que ofrece, la broma sigue antojándose demasiado cara para el espectador. Por su parte, qué decir de un guión que en demasiados momentos muestra síntomas obvios de haber sido firmado por una panda de adolescentes en celo y no escolarizados. Lo dice alguien plenamente consciente de que lo absurdo y el sinsentido son cartas que hasta deben exigirse en este tipo de películas... pero hay límites, y éstos cobran aún más importancia cuando el resultado final es tan pobre, tan aburrido... tan triste.